Sólo un par de días pasaron desde que la Corte Internacional de La Haya, decidiera que la planta pastera Botnia, ubicada sobre las costas de Fray Bentos, Uruguay, podía permanecer abierta a pesar de haberse instalado sin siquiera elaborar un estudio de impacto ambiental que la legitime. Sin embargo, y a pesar de la indignación de los vecinos de Entre Ríos –quienes vienen cortando el paso fronterizo en represalia a la instalación de la papelera hace más de dos años-, ya se está planeando la ubicación de otra planta de celulosa muy cerca de la zona de conflicto.
En la ciudad de Colonia ya está todo listo para comenzar con la construcción de otra planta, la Montes del Plata. De hecho, los cimientos ya están terminados en el terreno destinado, sobre los cuales se levantará la pastera del doble de tamaño de Botnia.
Como si todo esto no fuera suficiente para causar estupor en los vecinos y en individuos con conciencia ecológica, un dato más escalofriante alarma a la sociedad local: la Comisión Administradora del Río de la Plata (CARP), habría habilitado un permiso para utilizar terrenos cercanos a la Isla Martín García (ubicada a unos pocos kilómetros de la nueva papelera) por donde circularán sin problemas los barcos transportadores de materias primas destinadas a la empresa. De hecho, ya está autorizada la construcción de un canal cercano a la Isla para simplificar el tráfico de los buques.Lamentablemente una nueva contienda se abre de este modo entre países vecinos.
La necesidad de trabajo y la promesa de nuevas fuentes laborales para los uruguayos, se enfrentan a los esfuerzos por mantener un medio ambiente sano y propicio para la vida humana por parte de los argentinos, los cuales ven la situación desde “el otro lado del mostrador”. De todas formas, algo positivo puede surgir a partir de esto.
El conflicto acerca de la diferencia de opiniones entre países vecinos quizás esté jugando en contra, ya que de ese modo se niega una realidad que hace años cubre a Latinoamérica con un manto oscuro: el provecho que las grandes potencias están sacando de los territorios naturales en nuestras zonas.
¿Qué hubiera pasado si estas papeleras decidían instalarse en Estados Unidos, en Canadá, en Francia o Alemania? ¿Habrían podido hacerlo a pesar de no presentar los informes pertinentes para evitar un impacto ambiental negativo? Interrogantes que seguramente sean despejados en un futuro, cuando (ojalá que no) ya sea demasiado tarde para salvar la ecología de nuestro mundo.
María Eugenia Goicoechea
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